Tierra fecunda*

Quiero ser viento, como este que corre por la calle, habla por las ventanas mal cerradas y mueve los mantras y el palo de lluvia.
Quiero árboles y sol y correr desnuda aunque haga frío.
Que pronto hace un año que nací de nuevo. Que me parí distinta. Que ayudé a la vida a nacer y llenarme los poros de este amor tan lleno. Cuerpecito de ternura, rubito de sol y magia.


Un año puede ser mucho tiempo… Muchas lunas, muchas horas.
Muchas vidas.


Un año amando desde mi animalidad. Quitándome capas como las cebollas. Quedándome desnuda. Sin piel también, más ligera y sencilla. En lo importante. Y qué es lo importante, dirás. Dejarme ser. Dejarlo ser. Dejarnos libres.
Es verle sonreír con sus nueve dientes. Verle caminar con todas ésas ganas. Observarle enamorada mientras come solo o sentirle respirar, tan calentito, entregado a la vida o a la muerte, mientras sueña junto a mí, junto a este cuerpo de loba que gotea leche por las noches, y dibuja ríos hacia mi ombligo y hace de la cama universo.
Es sentir que el tiempo no es más que algo inventado, que después de tantas lunas seguimos siendo un@ en dos cuerpos que laten al compás. Es recordarme y saberme salvaje, con toda esta sabia vulnerabilidad. Con mis pies descalzos y mi pelo con nudos. Soltando patrones y superficialidades. Esquemas sociales que son mentira.
Si, soltar a cada paso… Sentirme llena, renacida, serena y capaz. O sentirme vacía y saber que todo está bien. Que la Mamita Tierra ama la alegría y la dicha, como a la muerte y a la vida. Eso es, también he sido muerte. Soy muerte tantas veces como vida. Porque soy cíclica y éso forma parte de esto, de todo, de lo que somos. Y dejarse ir es importante.
A veces lo he hecho sin dolor, sabiendo que el silencio y el autocoñocimiento sana la herida. Y otras he sido remolino y quebranto, aullidos de animal herido en mitad del bosque. Sola, hermosa, quedándome sin tiempo y sin vida.

Un año siendo más allá de esquemas y listas. De expectativas y mentiras que nos tratamos de tragar sobre productividad, sentido y rutina.
Un año de teta, de pura leche. De sombras y de olor a piel quemada. De desorden y de amor al caos. De sol. De sol que acaricia y te hace sentir en compañía y hace brillar su pelo, sus ojos océanos, su boca barca y mi amor profundo. De cocina y platos ricos desde el corazón, de este Ser vieja de mil vidas que soy. De disfrutar de lo crudo, con toda su tierra y ésa sensación plácida de las cosas sencillas. De ése olor. De deshacerme de ropa y quedarme con cuatro pantalones y faldas. De olvidarme de sujetadores y bragas. De excusas. De entregarme sin fórmulas, sin teorías, sin críticas ni intereses. De trabajarme la culpa, la sombra, el nacimiento de la niña que fui y la espera.

De saberme volcán que (se) desborda, pero también río, laguna, mar que acoge. De ver en sus ojos toda la existencia, lejana y pura, que enseña. Maestro de mil nombres.
De amar el cuerpo como es, con todas sus heridas, cicatrices y estrías. Con todas sus pieles. Desde el adentro y el afuera también. En la línea exacta donde nos cosemos o donde soy yo, sin disfraz: animal salvaje, tierra fecunda.
De amar, amar y amar, ensanchando el alma. Como único sentido. Como pura poesía.

De ver la grandeza y la pequeñez humana, con todo lo que enseña. Con todo lo que carece y es capaz. Con lo que muestra.

De sentirme y saberme acompañada por todas mis madres y abuelas. Por todas las que fueron y están. Y también por la luna, las mareas, todas las tierras, el aire, el viento, el fuego y la hoguera. La hierba fresca, la que se pone a secar y luego, cuando parece marchita, cura. Acompañada por el incienso, el baile, el canto que invoca la danza de la vida. Por el arte, las velas, el calor, los sueños, las carencias y la pena. Las noches de insomnio, los masajes, los baños compartidos, nuestras caricias, sus olor y las raíces.
Por este viejo lobo de mar que aprende a ser padre y nos cuida y nos sostiene y a la vez, se deja caer con nosotros, siendo carne, energía, puro instinto.

Si, hoy quiero ser viento. Dejar de ser límite de cuerpo y huesos y dejarme ir.
Mecerme al sol y ser parte….

Y dar las GRACIAS a la vida.
Gracias Madre, amor eterno. Gracias sol por curarme y entregarme lo mejor de mi.
Y gracias a ti, Ryo, mi dragón de agua, por enseñarme que eres más hijo de la vida y la alegría que de mi.

Publicado por LaTribuLunera

Proyecto de empoderamiento y sanación femenina

Deja un comentario

Descubre más desde La Tribu Lunera

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo