Qué difícil esta etapa: el puerperio. ¿Puerpe… qué? P u e r p e r i o, el tiempo en el que, siendo madre, conoces tus sombras.
Se conoce el puerperio como una etapa fisiológica inmediatamente tras el parto, donde el cuerpo materno va recolocándose y adaptando sus formas pregestacionales. En teoría, todo vuelve a su lugar (incluyendo hormonas y aparato reproductor), y es una etapa en la que también el/la bebé se adapta a la vida intrauterina. Comúnmente se le conoce como “la cuarentena” porque suele oscilar entre seis u ocho semanas, o sea más o menos 40 días.
La mujer que es madre o ha tenido cerca a una, en esta etapa sabe que se suele sangrar (al menos los primeros días) y corre rumores de muchas que se han quedado embarazadas otra vez en esta etapa.
Yo hoy no os quiero hablar de lo que se conoce del puerperio. Hay cientos de páginas y libros donde puedes consultarlo. Yo quiero hablaros sobre todo lo que emocionalmente mueve el puerperio y lo difícil que a veces resulta enfrentarse a ello. Poner un poquito de luz a tanta oscuridad…
Para empezar, el puerperio no solo dura 40 días. La adaptación del cuerpo físico y todos los demás factores (hormonales, psicológicos, emocionales, circunstanciales….) no se puede ajustar a una sola vara de medir. Al igual que no somos irregulares menstrualmente hablando, porque no somos como oficialmente alguien ha hecho creer, con esa “regla” tan ajustada de 28 días para poder englobarnos a todas y así entendernos (¿quién entiende qué? ¿cómo pueden etiquetarnos-sentenciarnos tan libremente?), tampoco nuestro cuerpo o nuestras hormonas tras tener un bebé, se ajustan tanto a un calendario inventado. Es una etapa que algun@s dicen dura dos años…
Nuestro cuerpo es nuestro propio calendario, nuestra norma. Reconozcámoslo de una vez.
Así que no importa el tiempo que dure, sino cómo nos toca, qué nos mueve, cómo lo vivimos…
Socialmente es una etapa muy difícil, no se habla, no se muestra. El movimiento interno de hormonas, emociones, sombras, preguntas, incertidumbre… Ese sentir no saber muy bien quién eres ya. Vale si, la mamá de “X”, (porque claro ahora te etiquetan de “mamá”, como si “solo” fueras eso), pero qué paso con esa mujer que eras antes, ¿a dónde se ha ido? ¿Cuándo puedes dedicarle tiempo, espacio, amor? ¿Te estás volviendo loca porque sientes muchas emociones dispares al cabo del día? Amas a tu bebé por encima de todas las cosas, de pronto te sientes tan descolocada, cansada y sin ganas, que crees ser la peor madre del mundo (y tal vez gritas o te enfadas y después lloras y te sientes culpable…). Cuánta soledad se siente, ¿verdad? Aun estando rodeada de gente.
Socialmente es difícil explicar que te sientes abrumada con tu hij@, es como que tienes que “apechugar” con eso, porque todas lo han hecho, porque es lo que toca, porque “para eso lo has tenido, sino no lo tengas”, porque se normaliza no hablar de ser mamá pero no tener espacio para una o sentirse a veces sin ganas de estar tan entregada. Y entre tanto los esquemas se te mueven, tu vida entera está cambiando, cada vez aprendes algo nuevo de ti y de tu vida.
En definitiva, es como criar solas, rodeadas de un montón de gente. Sin tiempo para ti. Aunque tengas pareja, y unos padres, suegros, hermanos… Y sin fin de gente que quieren pasar tiempo con tu cachorr@. Entonces surge la pregunta, ¿cómo se puede criar a un hij@ sano, en bienestar, salud emocional y todo lo mejor, si ni siquiera puedes encontrar un momento para ti, para dártelo tú? ¿Por qué no somos conscientes de que esto no afecta sólo a las madres, sino que es clave para toda la sociedad?
¿Cuántas mujeres pasan más de la mitad del día solas con sus hij@s? ¿Cuántas necesitarían de esa tribu que acompañe emociones, cuidados y tantas dudas?
El puerperio es una etapa difícil, mucho, y más si la vives sola, sin la manada. Hay muchas mujeres que entran en depresión en esta de su vida, y es muy difícil expresar qué pasa porque te asalta la culpa. Porque de pronto te llenan las sombras, que son tus fantasmas que te pueblan la cabeza de mil caras distintas, todo aquello que a lo largo de toda tu vida ha quedado no resuelto o te ha marcado emocionalmente, y te ves llenita de cosas por solucionar: cosas que vienen de ti misma, de lo más profundo de ti. Cosas con las que no sabes muy bien cómo lidiar, o qué hacer, pero que aunque quieras no hacerles caso, te acompañan.
Y es que esta etapa a flor de piel nos hace ver las cosas muy profundas, emociones que a lo mejor nunca habíamos vivido. O al menos, no tantas juntas. Y es completamente normal, porque el puerperio es una etapa de limpieza y reestructura: de sentir el poder de esa nueva mujer que eres (digo además de ser madre, que no es poco, porque estás entregada 100% a otro ser, y eso significa entregar lo mejor de ti para cobijar, acompañar y nutrir una vida de muchas maneras distintas), de integrarla en los momentos que vivas, en darle lugar y cuidarla. Y entre tantas emociones también está la luz… Sentirse en una claridad distinta a cualquier otra. Eso también lo da el puerperio, ¡no todo iba a ser sombras o derrumbes! (ya hemos dicho que este tiempo es de montañas rusas….). También hay momento en los que entiendes todo, tooooda la Vida entera, como si una sabiduría innata te atravesara por dentro, conectándose al hilo que teje todas las cosas: los pájaros, la gente, el cielo, el tiempo, las estaciones, los mares… Y todas ésas mujeres que te precedieron, todas las que están presentes en el mundo, amando, como tú.
Qué cosas ¿no? Un momento en el que estamos tan vulnerables y a la vez somos más poderosas quizás que nunca (al menos, de forma compartida).
Fuerza Hermana, portea tu cachorr@, busca tu Tribu y aulla.