Me recuerdo en otras vidas. En otros rostros. Son como voces que cantan y susurran en ocasiones. Me reconozco en sus formas, son como un espíritu vivo que vive dentro de mí. Que nace, de vez en cuando, con distintas cosas… Que me cantan canciones hermosas para sonreír. Que me enrredan el pelo con caricias que puedo sentir. Y surgen cuando mis pisadas de pronto se entrecruzan, cuando cocino y mis manos danzan solas entre los alimentos, cuando mi cuerpo pesado y hermoso se sienta en la tierra y siente bajo de si, ésa latir vibrando; cuando miro las golondrinas y los vencejos mostrando mensaje allá en el cielo y las olas del mar se ahuecan para mostrar la espuma. Cuando escucho reír a alguien a boca llena y acompaño a alguna mujer en su camino de vuelta. Es como un halo a través de las cosas, como unos hilos que van tejiendo ciertos momentos que sé que viví antes en otras formas… Me pasa por ejemplo con el romero, la higuera y los gatos; ciertos aromas como en las iglesias, en ese momento exacto donde el sol y la tierra se besan, con las flores y las plumas, con las montañas, las faldas, las mujeres en círculo y las trenzas. Quizás por eso soy bruja.
Sé que alguna vez fui loba y también fui mujer pájaro. Trabajé la Tierra y cuidé de otros. Caminé por bosques y corrí por prados. Cociné medicina y curé dolencias. Hablé con árboles, ríos y animales y también con otros hombres y otras mujeres donde me vi reflejada.
Sé que mis manos fueron mis puentes y con ellas llegué muy lejos, y mis ojos vieron mucho más de lo que quizás ahora vean. Sé que fui mujer que nunca siguió los tiempos, que siempre miraba arriba para hablar con los pájaros y cuidaba de sus huellas para no pisar hormigas.
Sé que estuve bajo los ríos, que bailé en las cuevas, que bebí de manantiales y le canté a los vientos. Que le pedí cura a las piedras y aprendí del fuego. Que volé con el cóndor y me mecí entre las montañas y me cobijé desnuda en las raíces del Gran Árbol.
Sé que detrás de una ventana verde comprendí la Gracia. Y tras ese momento escuché la risa de mi madre que se paría a se misma. Sé que entonces, todo se llenó de romero y salvia y mi corazón agradecía tantas vidas. Tal vez por eso ahora soy Doula y reivindico que somos mamíferas. Y acompaño la vida que nace y la mujer que se pare a si misma. Y amo la vida de esta forma tan fuerte.
Sé que una vez morí siendo muy viejita. Que andaba encorvada y honraba mi útero como fuente de vida. Que parí a mil hij@s y mil veces más a mí misma, en cada bache, en cada caída. Y también amé mucho y soñé despierta, y rara vez mi corazón no fue noble, ni blandito como la hierba.
Y medité con las runas, amé la magia e hice alquimia con las hierbitas del monte. Y pinté con mi sangre menstrual cuevas y lugares. Trencé mi pelo, raíces ideas, muchas más veces junto a los juncos. Y saboreé la vida a grandes tragos y pequeños sorbos.
Fui osa, bruja, madre y hoguera. Montaña y agua. Luz y sombra. Árbol y puente.
Fui errante y sencilla, y mis manos ahora lo recuerdan. Mi corazón lo canta y mi cuerpo lo sabe, no puedo explicártelo.
Porque en mis ojos a veces ocurre, que se enciende una llama que viene de dentro. Es como un brillo, una pequeña chispa, que enciende la oscuridad para ser faro.
Por eso mis trenzas. Por eso mi magia. Por eso Soy…
Por eso tantas vidas.
Como tú, herman@. En esta Mamita hermosa que nos acoge.
Gracias Madre,
Feliz en tu día que para mi y todas mis vidas son todos los días.