Nos han enseñado a odiar nuestro cuerpo y tratar de cambiarlo por uno que sí entre en los cánones de la belleza establecida. Un canon que es un espejismo que se refleja en los medios de comunicación, en las calles, por todas partes. Es como una belleza perfecta que va cambiando y cambiando según los intereses. Algo que aunque vaya cambiando, atenta siempre contra la naturaleza real de la mujer. Nos quieren sin curvas, sin estrías, sin pecho, sin costillas, sin pelos… Y también sin sangre.
Nuestra sangre menstrual ha sido rechazada por la sociedad durante mucho tiempo, tanto así que en buena parte del inconsciente colectivo se asocia la menstruación como algo sucio, que huele mal, un fastidio, algo que ha de pasar pronto para no tener que aguantarlo mucho tiempo o que hay que ocultar porque es una vergüenza, algo que molesta y repugna, algo que tirar a la basura como si ése fuese su lugar. Por eso, grandes campañas en todas partes del mundo nos enseñan (claro, porque a las mujeres han de enseñarnos ésos publicistas, una vez más) por ejemplo, que si pones un tampón o X compresa te vas a sentir “como si no pasara nada”, “100% segura, 100% limpia”. Además, de mostrarnos una vez más algo irreal y completamente absurdo, que lo único que hace es crear más tabú y desinformación al tema menstrual: enseñar una compresa con un líquido azul como si fuésemos marcianas.
No, nuestra sangre es bien roja y no es sucia, ni huele mal, ni es un fastidio, ni una vergüenza, ni hay que tirar a la basura…
Claro, ¿cómo vamos a cambiar eso si desde que nacemos la palabra “menstruación” solo nos llega por ésos anuncios de mierda y la breve explicación que nos dan nuestra madres, mientras nos dan nuestra primera absorbente? No nos informan en el colegio/instituto (y si lo hacen es tan breve que da risa, siempre metido en un huequito que se tenga, entre la media hora explicativa de qué es un condón y los cinco minutos previos de dónde está la vagina…), no nos cuentan qué pasa en nuestro cuerpo y qué afecta en él cuando somos seres menstruantes. No nos hablan de la cantidad de productos con los que podemos recoger o absorber nuestra sangre (la copa, esponjas marinas, compresas de tela…), ni en qué consiste realmente. No hay cultura menstrual, ni siquiera una imagen real de lo que pasa en nuestro cuerpo perfectamente preparado para ella. ¿Cómo puede ser algo normal todo ese dolor que crea algo que tenemos todas las mujeres desde siempre? Algo que es natural en nosotras, que refleja que somos fértiles, creadoras, fuente de vida. Que somos hijas de la Naturaleza, y que como ella SOMOS SERES CÍCLICAS y vamos girando, cambiando, ciclando…. Conectadas a la luna, como mamíferas lunares.
Es muy difícil cambiar todo esto. Aceptar que gran parte de nuestra vida sangramos y en esa sangre hay mucho más de lo que cuentan: células madres, energía regeneradora, inspiración, creatividad, sabiduría, memoria, linaje, pura vida que se crea por ella, instinto, belleza… Que esa sangre nos conecta a nuestra sabiduría profunda, conectadas con la Tierra, con nuestros sentimientos y el sentirnos en armonía.
Que la menstruación no debe doler porque es un proceso normal, fisiológico, cíclico, en toda mujer. (Por otro lado, no está de más decir que debes distinguir dolor y molestia. Si es un dolor que nunca pasa en tus días de sangrado o incluso sigue a lo largo de todo el mes, tienes que consultar con tu médic@ para descartar enfermedad como la endometriosis).
Que hay mucho interés en que duela, en que la mujer esté desconectada, desvinculada, desinformada…
¿Cómo no va a doler algo que ensuciamos, que renombramos con palabras mal sonantes como “la guarri, mi prima, la indeseable, el tomate, mi comadre…”, que ni siquiera conocemos, que obviamos como si no tuviera cabida o importancia en nuestro cuerpo?
¿Cómo no va a doler si ése dolor trae mensaje que no escuchamos?
Y ojo, que con todo esto no digo que no duela físicamente, claro que sí. Y mucho.
A mí misma me dolió durante años… Hasta que me di cuenta que podía hacer algo para cambiarlo. Que qué sentido tenía durante tanto tiempo, cada mes, llorar con tanto dolo, y no escuchar a mi cuerpo quejarse de esa manera.
¿Qué sentido tiene, dime, querer pasar de ese dolor, querer estar mal y negar algo que forma parte de ti tan real y con tanto poder? ¿Crees que con una pastilla se soluciona el problema? Lo único que haces es depender de ella como te han dicho que lo hagas…
Cuando yo me paré a escuchar ése dolor y ese mensaje que mi cuerpo me contaba, y empecé a indagar y conocer mi menstruación, aprendí muchas cosas de mí misma. Comprendí que me estaba perdiendo la conexión profunda con algo que viene de muy adentro y que traspasa mi cuerpo y otros cuerpos de mujeres de toda la historia de la humanidad: ése hilo rojo que nos teje a todas y nos conecta con un universo interior habitado en nuestra profundidad por nuestra Diosa, energía divina.
Conocí más mi cuerpo, sus pautas, sus formas, su lenguaje… Empecé a reconocer cuando necesitaba ir frenando, cambiar de ritmo o de rumbo. Me di más espacio, reconocimiento, más amor. Lo cuidé (y lo cuido) y lo reconocí mi templo. Y desde entonces, me reconozco en él, me siento más y lo quiero bien.
Supe y conocí las mil facetas y mil caras que soy. Las cuatro mujeres (y mil más) que voy siendo a lo largo del mes. Y con ellas, todas sus virtudes, sus potencialidades, sus habilidades y sombras. Todo lo que me muestran, todo lo que me enseñan.
Y lo más importante, me sentí sana, fuerte, capaz, empoderada y más libre. Reconocí que yo pongo las barreras y los límites a lo que viene de fuera y cómo me afecta, al dolor y al sufrimiento. Reconocí que soy medicina, sanadora y nutridora de la propia Vida. Y que estando en armonía con mi ciclo menstrual, estoy en armonía y bienestar conmigo misma y todo lo que soy.
Me sentí en r-evolución y supe que era una fuerza que me daba poder y conocimiento.
¿Que cómo lo hice?
Pronto lo sabrás…