Tememos el dolor. Sentimos pavor al sufrimiento, nos aterra sentirnos vulnerables a algo que no podemos controlar. ¿Cómo podría ser de otra manera, no? A nadie le gusta sufrir, sentirse mal, no poder ser un@ mism@ en su estado natural.
Nuestra sociedad occidental (y desgraciadamente otras también, debido a esa colonización y dominación de muchos otros lugares, y muchas otras culturas), ve nuestro cuerpo como subordinado al cerebro y a la razón, como un enemigo que hay que doblegar, conquistar y poner firme. Se nos enseña a no hacer caso de sus ritmos, necesidades, del cansancio, de nuestras atenciones o el cariño… Es algo imperfecto, y más si es en cuerpo de mujer.
Por eso la ciencia, la ginecología o la obstetricia siempre ha sido tan duras, misógina y androcéntrica. Su visión está basada en un cuerpo reproductivo, sexual y productivo, viéndolo fragmentado, solo datos o algo que curar.
Son objetos o simples números, no sujetos o seres.
No se tiene en cuenta la diversidad de experiencias, cuerpos y seres…
Así, la menstruación, los partos o todo lo que tenga que ver con los cuerpos de mujer (voy a englobarlo en este género pero hay muchos otr@s y eso no lo da tener vulva) se ha vuelto patológico. Y necesita SIEMPRE una “ayudita”, para equilibrar las hormonas, traer al mundo a nuestr@s cachorr@s o curar ese cuerpo inferior.
Se nos ha considerado durante siglos, en la historia de la medicina, cuerpos enfermos por naturaleza, seres imperfectos que no encajan con ninguno de los datos o estudios realizados.
Mujeres que paren inmovilizadas, con miedo y dolor, sin autonomía ni movimientos libres que ayuden a la naturaleza a hacer su trabajo. Ciclos biológicos complementa mente medicalizados, observados, analizados… como si no fuera algo innato en nuestra naturaleza. Cuerpos que no se reconocen, que no se viven, que se hormonan para “curar” sin ver más allá del protocolo general (¡cada cuerpo es un mundo y cada vida también!) o han sido apropiados y nombrados por otros y no por nosotras.
Toooodo esto forma parte del inconsciente colectivo, de la herida social que vivimos TOD@S especialmente las mujeres en nuestros cuerpos y mentes. Todo esto hace daño dentro, está enquistado, forma nuestras creencias que limitan y nos alejan de lo que somos. Porque no tod@s somos iguales y no podemos generalizar tanto.
Es necesario volver a apropiarnos de nuestros conocimientos innatos, de nuestras vidas y de nuestros cuerpos. Conocer nuestros ritmos, honrar nuestra sangre, conocer la propia sabiduría ancestral que lleva impreso siglos de existencia humana en nuestra piel, en nuestra memoria celular y nuestros huesos.
¿Cómo no va a doler menstruar si durante tantos años se nos ha estudiado como el animal que sangra cada mes sin morir? Si se nos ve como seres inciertos, indescifrables, dignos de estudio (desde la negatividad y el control)… Cómo no vamos a creer que el personal sanitario sabe más de nuestro cuerpo que nosotr@s, si ni siquiera somos conscientes de que éste ES, SOMOS CUERPO también. NO es algo ajeno, no es una funda, es un vehículo, es una parte de nosotr@s.
Diariamente acompaño a mujeres en sus dolores menstruales, en sus miedos… Casi a diario veo en ellas un reflejo de mí, de nuestra incertidumbre y dolor. Y es que somos UNA todas nosotras. Todas alguna vez nos ha dolido menstruar… Todas hemos tenido en algún momento asco o vergüenza de nuestros cuerpos. Todas hemos tenido retrasos y esos miedos que vienen cuando no sabes qué pasa en/con tu cuerpo… pero sin duda algo pasa. Todas nos sentimos fatal, aunque sea por segundos, cuando vas a un probador y no te cabe la ropa que querías comprar.
Todas por un segundo (o desgraciadamente más) creemos que verdaderamente necesitamos de ese “cuidado” extra, que “embellece” nuestro cuerpo, nuestro rostro, nuestras celulitis o nuestras cicatrices. Todas hemos vivido un acaso, violencia, humillación… alguna vez por el mero hecho de tener un cuerpo femenino. Todas hemos vivido la incertidumbre, el “y ahora qué” cuando por primera vez nuestra sangre menstrual manchó las bragas… O vivido la desagradable y humillante experiencia de ser silenciadas o dirigidas por ser mujeres.
Y así tantas otras cosas, siendo conscientes o no. Pero nuestro cuerpo sí lo es, en él se quedan todas esas experiencias, emociones y vivencias.
Por eso es hora de autogestionar nuestras cuerpas y nuestras vidas. Renombrar nuestras partes más íntimas y sagradas. Reapropiarnos de nuestros cuerpos y vivirlos, experimentar, gozarlos y sentirlos como únicas, perfectas y territorias salvajes de magia y creación.
Es hora de vernos seres saludables, cuerpos llenos de salud y vivirlos así, en autonomía y posibilidad.
Y eso no quita que odiemos, que dejemos de ir al médic@, que veamos un enemigo.
No.
No todo es lucha, ni todo es el otro.
Esto es una invitación a verte como ser holític@, capaz, lleno de vida y poder. Pues dentro de ti hay un mapa maravilloso que te invita a conocerte, indagarte y vivirte desde todas las posibilidades hermosas que te habitan.
Sé amable contigo.
Sé fuerte, hermana.
Vivete desde el amor.
Porque a todas, a lo largo de la vida, a todas las mujeres, nos ha visto como enemigo y nos han tenido miedo.
Busca alternativas amorosas al miedo. Encuentra tu tribu.
Y dale la vuelta a tu dolor (menstrual o en general emocional, espiritual o físico…), porque este es un mensajero de lo que está pidiendo atención, cambio, escucha o sanación. Y él te muestra mucho también de lo que eres.
No es tu enemigo, es parte de ti y si le das vuelta y aceptas que está, puedes transformarlo y darle sentido. Es una oportunidad.
Siempre con amor,
Rosa Bellido