Vivo sin televisión desde hace algunos años. Ni me gusta, ni me disgusta verla. Sencillamente no lo necesito. Hay mucho que mirar, aprender, vivir todavía antes que andar delante de otra pantalla…
Creo que mucho de lo que dice es mentira. Que mata nuestra creatividad. Nuestra paz. Nuestra alegría.
Pero hoy lo he puesto… Hoy en casa de un familiar lo he puesto y me he estremecido. Con una, dos, tres noticias horribles. Es algo habitual, algo que constantemente está pasando.
Y es que NOS MATAN, hermana. Nos matan a todas.
Y no tiene que decírmelo la tele, ya lo sé. Lo veo, lo siento, lo palpo, lo huelo. Y me estremezco cada vez que otra mujer, delante de mí, dice cosas que forman parte de toda esa MUERTE. De ese silencio. De tanta infecciosa realidad. De tanto dolor, odio y violencia….
Y es que se nos cuela en nuestra mente, en nuestras creencias y acciones. En nuestro cuerpo sagrado; en nuestra sangre. No lo creemos, creemos toda esas mentiras, esas limitaciones que nada ayudan a nuestro sanar, a nuestra paz….Contribuimos con esa guerra horrible de imposición y poder, de machismo y desconexión, con comentarios que van más allá de las palabras. Con actitudes que apoyan lo que va en contra de nosotras. Con desunión.
“Las mujeres entre nosotras somos competitivas y desleales”. “Trabajar con mujeres me cuesta más que con hombres, porque entre nosotras siempre hay líos y no nos entendemos nunca”. “Las mujeres somos más liantas y nos gusta llevar la razón”. “Parece que entre nosotras no hay unión, no sé, los hombres se entienden entre ellos mejor…”.
A eso me refiero, todo esto. Y mucho más. Toda esta mentira. Todas estas creencias impuestas a lo largo del tiempo, de esta sociedad patriarcal que nos hace a un lado y nos arrolla… para luego volver y rematarnos.
Somos poderosas. Cada una, cada una, cada una… ¡CADA UNA SOMOS PODEROSAS! Imagina tanto poder junto. Tanta creación. Tanta fuerza… Creadoras, unidas, herManadas.
No interesa… Todo esto no interesa porque sería desmontar un engranaje inventado que todos creemos que existe. Un sistema que ha ido creciendo conforme nos olvidábamos de que éramos indomables, de que el poder residía en nosotras, de que somos la manifestación de la Madre Tierra.
Me duele en los huesos, el útero y en el alma cada crítica y juicio, cada mala mirada, cada creencia dolorosa, de mujer a mujer, de hermana a hermana. Se me atraganta escuchar una y otra vez la misma historia mal contada. Tanta desconexión… Tantas cadenas.
Y nos matan día a día. Acaban con nuestra vida y en los telediarios lo nombran “presuntamente”, y piden minutos de silencio desde ayuntamientos para las mujeres que matan, como si ese silencio fuera el espejo de esta sociedad que calla. Y luego anuncios que reflejan cánones que atetan contra nuestro hermoso cuerpo, y dibujitos para l@s niñ@s con estereotipos que marcan creencias desde bien pequeñitos… Y la ropa, la moda, el lenguaje…. Todo en pos a la manipulación, al silencio, a la dominación.
Nosotras también callamos y mucho. No solo la mujer que vive en una cárcel durante años con un hombre que la mata, y luego se mata como un cobarde. No hablo de ella aunque TOD@S deberíamos. No, hablo de ti. Hablo de mí. Hablo de todas esas veces que nos callamos ante un momento de violencia y no solo estoy hablando de la física. Cada vez que una mujer delante de nosotras habla mal de otra mujer, y la juzga, y la llama “puta”, y se queja de su falda corta, de su cara, de sus formas… de su libertad sexual. Cada vez que nos miramos con asco en el espejo, que nos tratamos mal ante el armario o maltratamos el cuerpo. Cada vez que no respetamos nuestro ritmo cuando menstruamos, que no escuchamos al cuerpo hasta que enfermamos… Cada vez que tenemos miedo en una calle oscura, volviendo a casa solas. Cada vez que le decimos a nuestras hijas “no puedes, cariño, eres mujer”, o le compramos muñequitas y carritos desde los 0 años.
Apoyarnos, cuidarnos, sabernos en la otra y Todas Juntas. Ése es el modo del cambio. El camino de vuelta a Nosotras. Reunirnos, trabajar juntas hacia dentro, criar a nuestr@s hij@s sabiendo que son seres inteligentes y necesitan modelos y visión para seguir aprendiendo, porque son como “esponjas” que todo lo copian. Cuidar nuestro cuerpo, saberlo bello y único… Conocerlo, respetarlo, aceptar(lo). Saber que la otra siente como tú, ella también sangra, es vulnerable y poderosa. Seguro es hija, tal vez madre, amiga, hermana, compañera… ¿Qué sabemos de su historia? ¿Qué sabemos de nosotras? ¿Qué sabes de ti?
Ojalá supiéramos de su historia, de nosotras caminando juntas, de ti y de mi.
Hermana, se consciente de tus palabras, de tus actos… presta atención. Para acabar con toda esta masacre hacia nosotras, Mujeres del Mundo, cada segundo de esta preciosa vida, tenemos que abrir el corazón y poner consciencia. Poner nuestra energía al cuidado de lo más sagrado que tenemos: La vida y toda su grandeza.
Así que cada vez que una emoción/pensamiento/creencia/idea… hable a través de ti a cerca de otra mujer de manera negativa, date cuenta en qué lugar de tu cuerpo todo eso te toca. En qué lugar de ti se remueve algo… Respira profundo y busca unas palabras de alegría, de positivismo, de Si a la vida y a la belleza que somos. Observa, acepta, busca, cambia.
Olvida la culpa, no hablo de eso… Hablo de empezar a tomar consciencia como entre nosotras se nos cuela toda esa mierda del patriarcado. Toda esa contaminación, esa violencia y esa muerte. Podemos cambiarlo. Podemos crear otra cosa. Podemos empezar a recordar…
Nos necesitamos.
Empecemos por nosotras.
Autocuidémonos.